Diez años no son nada y no veinte como rezaba el tango. Apenas ayer, me despedía de Rosa, aquella gata que un día encontré huérfana hace 10 años, a quien amé profundamente desde aquel día hasta el último que pasamos juntos. Es difícil decirle adiós a un ser querido, porque algo tuyo se va con ellos y es inevitable no sentir tristeza por su partida.
Ayer mientras me despedía ella, corrieron en mi mente tantos gratos momentos a su lado, en especial aquellos momentos difíciles en que tan solo ella me hizo compañía. Que duro ver llorar a la familia abrazándola por ultima vez y que triste es no poder encontrarla hoy en sus rincones preferidos de la casa, principalmente entre mis cosas.
Gracias infinitas a la vida que me permitió disfrutarla, abrazarla y decirle cuán importante era para mi y así mismo, gracias Rosa por demostrarme que disfrutabas estar conmigo, que me amabas y que también fui muy importante para ti.
Rosa descansa hoy y por siempre en su lugar favorito del jardín.