jueves, 21 de febrero de 2013

DE LO POCO QUE RESCATÉ DE LA RUEDAKERUEDA.COM


Entre la basura que publique en la ruedakerueda, tan solo algunas pocas cosas podrían ser rescatadas entre toda la verborrea sentimental ahí vertida. No obstante, hay pequeñas excepciones como la que a continuación ofrezco, la cual se trata sobre reflexión mía sobre sobre el aniversario del genocidio  de Hiroshima:

Hace 67 años la bomba atómica masacró a Hiroshima


Posted: agosto 7, 2012 in Uncategorized

Etiquetas: guerra, hiroshima, nagasaki, nuclear, paz




Aunque en realidad no sucedió en un día como hoy sino en un día como ayer hace 67 años, específicamente el 6 de agosto de 1945, a las 8 y 15 minutos a.m. (hora de Japón), la historia dejaría de ser la misma para siempre. Referirse a ello como una celebración en el calendario sería lo más despreciable para cualquier persona sensata, pese a que dicho suceso es incluido usualmente entre las efemérides. Sin embargo, la presente reflexión pretende revisar lo sucedido para mostrar que es posible resolver nuestros conflictos de manera pacíficamente en aras de no volver a repetir semejante barbarie, la cual pese a lo brutal que resultó ser, se repitió nuevamente tres días más tarde en Nagasaki. Hoy vergonzosamente, nadie recuerda o bien, del todo, desconocen que sucedió el 6 y 9 de agosto de 1945 en el Japón.

Hay cosas que no se dicen nunca y creo que es oportuno referirme a ellas:

1. Estados Unidos, tras combatir sin mucho éxito durante meses en contra del Imperio Japonés, posterior a que este último le asestara el primer golpe sigiloso en Perl Harbor. Los ejércitos aliados que combatían en Europa, se habían reunido a las afueras de Berlin y pronto lograron la rendición de los Nazis, tras el suicidio de Hitler. No obstante, la guerra en el Pacífico continuaba. Estados Unidos buscaba debilitar ferozmente a los Nipones, los cuales resultaron ser combatientes muy difícil de vencer pese a no contar con la tecnología bélica de EEUU y sus aliados. No obstante, sí resultaron ser más valientes y mucho más disciplinados. Los soldados japoneses no lo pensaban dos veces para autoinmolarse en contra del enemigo... ¿recuerdan a los famosos kamikazes?

2. Hacía tiempo que los científicos estaban enfrascados en el proyecto Manhattan, que dio como resultado la construcción de una bomba atómica, la se constituía en un arma de destrucción masiva que también buscaba socavar la moral y el orgullo japonés. En este sentido, el blanco de estas bombas no fue nunca la logística militar japonesa, sino la población civil.

3. Quizá existan muchos datos relevantes pero que más relevante el hecho que ambas bombas mataron cerca de 220.000 personas. Otro dato interesante es que tan solo la mitad de todos esos fallecidos murieron producto de las explosiones y que la mitad restante murieron agónicamente debido a lesiones o enfermedades atribuidas al envenenamiento por la radiación. Aunque tampoco se dice nada sobre el aumento en la incidencia de cáncer, leucemia y así como la aparición de otras enfermedades “de causa extraña” en el mundo entero, posterior no solo a estas detonaciones sino a los miles de experimentos nucleares que se realizaron antes y después de 1945, por Estados Unidos así como por otros países.

En todo caso parece ser que para el mundo de aquel entonces (así como para el actual), nada de lo que indiqué arriba pareció importarle, salvo que estas bombas forzaron a Japón a rendirse 6 días después de la última detonación (15 de agosto). No obstante, entre las cosas que no se dicen fue que las bombas se usaron para justificar el dinero invertido en ellas, que Japón estaba prácticamente derrotado y buscaba rendirse en condiciones favorables que evitaran la invasión de su territorio, la cual sucedió irremediablemente y que hubiese bastado una simple demostración de esta arma en los mares japoneses para disuadir al Imperio Japonés, no siendo necesario su utilización en centros poblacionales.

De vuelta en nuestros días, este asunto no es algo que se mire de lejos por las nuevas generaciones japonesas. Adjunto el link: http://www.jornadanet.com/n.php?a=80023-1, en el cual se reproduce un artículo de prensa boliviana en el cual se indica que “Hiroshima recordó ayer a las víctimas de la bomba atómica que hace 67 años arrasó la ciudad y dejó 140.000 muertos, en un aniversario marcado aún por la sombra del accidente de Fukushima el año pasado y un movimiento antinuclear cada vez más consolidado”. Es meritorio mencionar esto, debido a que hoy en día es poco probable que alguien recuerde que algo pasó relacionado con bombas atómicas sin saber exactamente la amenaza nuclear sigue siendo noticia, hoy más que nunca.

Hace poco se denunciaba que se había obligado a obreros japoneses a reparar el reactor de Fukushima, severamente dañado por el tsunami el año pasado. También, están las constantes acusaciones de occidente en contra de Irán y Corea del Norte ante la sospecha de la utilización de material radiactivo para la construcción de armas de destrucción masiva. Tampoco olvidemos Chernobil (antigua Unión Soviética) y sus tremendas consecuencias para la población civil en el este de Europa. Estas situaciones hacen que necesariamente revisemos la historia, que no solo reparemos en lo sucedido en Japón en 1945 sino en la continua amenaza de un mundo que aún se apunta ojivas nucleares como si fuesen piedras.

Estos pensamientos los he plasmado en este post, ya que semanas atrás realicé un viaje a varios países europeos entre ellos Alemania. Y estas ideas afloraron cuando conducía en la autobahn de regreso a Berlin, mientras divisaba a lo lejos una planta nuclear. Ojalá y Alemania, tal y como lo prometió meses atrás sea un ejemplo para el mundo y busque otras alternativas de generación eléctrica “verde”.

Para finalizar, quisiera compartir unas palabras que perduran en mi mente sobre las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Estas palabras se aparecieron entre la impresión, el susto, la inmovilidad y la ignorancia de aquel entonces, ya que el mundo reaccionó tarde después de aquella primera bomba; no obstante, existieron personas muy valientes que si se manifestaron al respecto. Me refiero a gente como Albert Camus que a dos días de semejante genocidio dijo lo siguiente:

“El mundo es lo que es, es decir, poca cosa. Es lo que desde ayer todos sabemos gracias al formidable concierto que la radio, los diarios y las agencias noticiosas acaban de desencadenar con respecto a la bomba atómica. En efecto, nos enteramos, en medio de una multitud de comentarios entusiastas, que cualquier ciudad de mediana importancia puede ser totalmente arrasada por una bomba del tamaño de una pelota de fútbol. Los diarios norteamericanos, ingleses y franceses se extienden en elegantes disertaciones sobre el porvenir, el pasado, los inventores, el costo, la vocación pacífica y los efectos bélicos, las consecuencias políticas y aun la índole independiente de la bomba atómica. En resumen, la civilización mecánica acaba de alcanzar su último grado de salvajismo. Será preciso elegir en un futuro más o menos cercano entre el suicidio colectivo o la utilización inteligente de las conquistas científicas. Mientras tanto, es lícito pensar que hay cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento que se pone, primeramente, al servicio de la más formidable furia destructora de que el hombre haya dado pruebas desde siglos. Nadie, sin duda, a menos que sea un idealista impenitente, se asombrará de que, en un mundo entregado a todos los desgarramientos de la violencia, incapaz de ningún control, indiferente a la justicia y a la sencilla felicidad de los hombres, la ciencia se consagre al crimen organizado. Estos descubrimientos deben ser registrados, comentados según lo que son, anunciados al mundo para que el hombre tenga una idea precisa de su destino. Pero rodear estas terribles revelaciones de una literatura pintoresca o humorística, no es soportable. Ya se respiraba con dificultad en un mundo torturado. Y he aquí que se nos ofrece una nueva angustia, que tiene todas las posibilidades de ser definitiva. Sin duda se le brinda al hombre su última posibilidad. La bomba atómica puede servir, en rigor, para una edición especial. Pero debiera ser, con toda seguridad, motivo de algunas reflexiones y de mucho silencio. Además, hay otras razones para acoger con reserva la novela de ciencia ficción que los diarios nos ofrecen. Cuando se ve al redactor diplomático de la Agencia Reuter anunciar que esta invención vuelve caducos los tratados e incluso las decisiones de Postdam, señalar que es indiferente que los rusos estén en Koenigsberg o los turcos en los Dardanelos, no se puede evitar atribuirle a tal concierto intenciones bastante ajenas al desinterés científico. Entiéndase bien. Si los japoneses capitulan después de la destrucción de Hiroshima y por efectos de la intimación, nos alegramos. Pero nos rehusamos a sacar de tan grave noticia otra conclusión que no sea la decisión de abogar más enérgicamente aún en favor de una verdadera sociedad internacional, en la que las grandes potencias no tengan derechos superiores a los de las pequeñas y medianas naciones, en que la guerra, azote hecho definitivo por el solo efecto de la inteligencia humana, no dependa más de los apetitos o de las doctrinas de tal o cual estado. Ante las perspectivas aterradoras que se abren a la humanidad, percibimos aún mejor que la paz es la única lucha que vale la pena entablar. No es ya un ruego, sino una orden que debe subir de los pueblos hacia los gobiernos, la orden de elegir definitivamente entre el infierno y la razón.”

Fuente: Camus, Albert, Combat, 8 de agosto de 1945, en Moral y Política, Biblioteca clásica y contemporánea, Buenos Aires, Editorial Losada, 1978, págs. 57-59.

Después de semejante discurso, no puedo agregar nada más. Solo resta decir, que aún tengo la esperanza de no ofrecerles a mis hijos un mundo devastado por la guerra sino ofrecerles un mundo de paz en el cual puedan vivir responsablemente.

Álvaro