Hoy deseo contarles acerca de la "Cumpacha", mi primer carro. Bautizado así por Marlon Piedra (Orejas), con base a un "sketch" de un programa de los Simpsons, en cual el Señor Burns se encuentra aislado en su casino rayando en la paranoia y construyendo modelos de aviones, uno de los cuales llama "la Cumbancha volante".
Lo compré en 2005 y aunque no me lo crean lo compré "a paguitos de polaco". La cosa es que al principio fue una maravilla; tanto que algunas veces he escuchado relatos de terceros en donde se le mienta no solo cómo parte de la historia sino como elemento indispensable de la aventura misma. En muchas de esas historias la "Cumpacha" es sinónimo de buseta, de adaptación a 4X4, de disco móvil, de pregonera e inclusive, al buen estilo de Scooby Doo, cómo máquina del misterio. Alguna vez la dibuje flotando alrededor de la luna con una leyenda que decía "La Cumpacha: Será puesta en orbita en el 2017".
Quizás una de las cosas que siempre me llena de orgullo contar sobre el carro, es el hecho que más que un automóvil, era un 4X4 y que ambos fuimos pioneros usar la vía Coris - San Antonio de Desamparados como ruta habitual para ir al trabajo, cuando el imaginarla pavimentada era un sueño de opio y sus cráteres competían con los de la luna. No fueron pocas las ocasiones que llegué al Hospital México con el carro hasta el copete de barro y no eran pocos los que me preguntaban que ¿En cuál montaña vivía?.
Pocos sabían que en sus últimos años conmigo, pasó durmiendo un buen tiempo sin uso alguno en la cochera, ya que después de haber tenido un considerable desperfecto en el 2006 subiendo Ochomogo, en el cual el cabezote del carro se fue al carajo; se complicó su reparación ya que era de doble palo o árbol de levas y en aquel entonces nadie sabía cómo regular sus tiempos. Cuando finalmente alguien supo más o menos el cómo y se pudo volver a andar, empezó a tener otro problema, aún mucho más particular e inexplicable. El carro podía andarse normal siempre y cuando estuviese nublado. Sí por el contrario, el día era radiantemente asoleado, estaba garantizado que se vararía después de una hora en marcha. No saben cuantas veces me quedé varado, sobre todo en lugares tan incómodos como la intercepción cercana a instrumentos musicales la Voz y la Parada de Puntarenas, en plena avenida 10. Ese día tuve tan presente lo que decía Gorgojo, de "que tantas veces me mentaron la madre, que al cabo me lo estaba creyendo" en ese momento. Para salir de ese atolladero, muchas veces tuve que empujar y destapar el motor, para que según yo se enfriara y poder avanzar unos 15 minutos más, tiempo en el que se volvía a varar nuevamente.
No fue uno sino 5 mecánicos, quienes se acreditaban como especialistas en Hyundai; quienes revisaron el carro y lo sometieron a múltiples pruebas y revisiones, sin nunca encontrar que causaba esta circunstancia. Me recomendaron venderlo para que alguien con mayor motivación y astucia solucionara el problema. El precio inicial fue de un millón y medio, advirtiéndose que el precio era negociable debido a la circunstancia narrada anteriormente, razón por que finalmente fue vendido en millón trescientos mil colones.
Sin embargo, su historia no termina ahí. Como 4 años después, un desconocido me contacto para indicarme que le había comprado el carro a la persona a la cual yo le había vendido el carro. Este desconocido me indicaba que necesitaba de mi firma para comprarlo ya que el traspaso del mismo, el cual firmé cuando se hizo la venta, no había sido efectuado por parte de la abogada. Cuando al fin le firmé los documentos a ese desconocido, le conté los problemas que había tenido con el carro; el chavalo sonrió y me dijo "Yo solucioné muy fácil ese problema... le cambié el motor".